¿Los evidentes cambios de cultura económica que está produciendo Milei se podrán traducir en logros estructurales? Todo depende de si es capaz de reemplazar el cuchillo de carnicero con que inició el ajuste por el bisturí del cirujano con el que debe iniciar el desarrollo. Tanto en economía como en política.
En fin, lo cierto es que la lucha a favor del superávit y la desregulación y en contra de la emisión y la inflación, son batallas esencialmente positivas, valiosas y componen el principal soporte de su gobierno. Sin embargo, una cosa es lo que Milei declama que es su “Constitución”, su tabla de principios irrenunciable y otra cosa es la forma en que la letra “constitucional” se traduce en la realidad. Y allí, hasta ahora, el resultado es incierto o cuanto menos contradictorio. Veamos.
Ajustar es un medio, no un fin
En lo que a economía se refiere encontramos, entonces, que el presidente está logrando imponer un sentido común de vivir de acuerdo a nuestras posibilidades y no de acuerdo a nuestras ilusiones, que es fundamental para salir del subdesarrollo tan mental como material en que vivimos. Y, sigamos siendo justos donde corresponde: su ajuste podrá ser muchas veces indiscriminado, pero también hay que admitirle que en un país en el estado de desastre en que se lo dejaron, a veces las cosas para poder iniciarse deben ir a fondo, a todo o nada, incluso con las injusticias que ello genera. Pero al principio, no siempre. La lógica brutal del cuchillo de carnicero puede ser comprensible para parar de urgencia la sangría masiva, pero luego si no se la reemplaza por la lógica científica del bisturí del cirujano, los ajustes generalizados hacia donde no se puede o no se debe, nos harán ahorrar dinero hoy, pero mañana lo vamos que tener que volver a poner (con sus debidos intereses). Porque si nos quedamos, por ejemplo, sin buena educación, sin buena salud y sin ninguna obra pública, al final pagaremos mucho más de lo que ahorramos para recuperar lo que perdimos o dejamos de hacer. Y, hasta ahora, en muchas de sus políticas, Milei sigue sin diferenciar una cosa de la otra. Algo que, a un año y medio, ya comienza a no ser excusable. Si sigue así, lo que le está dando el éxito actual, será la causa de su futuro fracaso
Ajustar en serio el Estado es equivalente a lo que es adelgazar para una persona obesa. Quien baja kilos comiendo menos y haciendo ejercicio físico elimina la grasa, el sobrante que tiene su cuerpo luego de un intenso sacrificio. Pero quien decide, para apurar el trámite, amputarse una extremidad de su cuerpo o comer cada tres días en vez de todos los días, o cualquier otra locura similar, bajará de peso, pero no logrará el resultado buscado porque, a la postre, el remedio será peor que la enfermedad.
Con otras palabras, en muchos sectores públicos, diríamos en casi todos, el ajuste, el adelgazamiento era necesario, pero en una cantidad importante de ellos se está haciendo con la modalidad de mezclar indiscriminadamente lo malo con lo bueno y por ende atacarlos a los dos.
Creer que para eliminar la ideología “woke” de las universidades o de los institutos de ciencia o de los organismos culturales, lo mejor es “desfinanciarlos”, está llevando -además de a la precariedad laboral creciente- a que los profesionales con mayores posibilidades de trabajo en el sector privado o en el extranjero, renuncien y, en consecuencia, desaparezca de la educación pública superior y de la ciencia nacional lo mejor de nuestra materia gris. Lo mismo pasa con el sector salud. Y cuando eso ocurre, lo que hay es desguace, y a lo bruto. A lo matarife.
Y de todos, el ejemplo más ilustrativo es el de la obra pública. Lo afirma sin ponerse colorado por la barbaridad que acaba de decir, el mismo Milei en la cita de inicio de esta nota: “a todas las obras de infraestructura las tiene que hacer el mercado, no el Estado”, asegura. Sin embargo, se pasó un año y medio prometiendo que iba a construir o mejorar las rutas nacionales por el sistema de peaje privado, y al final terminó tirándoselas en la cabeza a los estados provinciales, con el brutal deterioro de no haber hecho nada durante su gobierno (a lo que se le suma todo lo mal hecho antes por la corrupción reinante durante el kirchnerismo en la obra pública).
Si Roca o Alberdi o Sarmiento o cualquier liberal de aquellas generaciones se levantara de su tumba, se indignarían en grado sumo y no se reconocerían precursores de lo que está ocurriendo en este tema. Ellos crearon el Estado argentino y con el apoyo sustancial de él gestaron la mejor infraestructura pública que tuvo nunca nuestra nación, pese a estar convencidos de la prioridad del sector privado en el desarrollo económico, como liberales en serio que eran. Ellos le daban a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César. Vale decir, al Estado lo que es del Estado y al privado lo que es del privado. Milei parece no entender esa verdad elemental y, por lo tanto, así como considera “genocidas” y “perversos” a los gobernadores, incluso a los que fueron sus aliados, en justa réplica bien podríamos decir que lo que está haciendo (mejor dicho, lo que no está haciendo) Milei con la obra pública, la infraestructura y las rutas nacionales, es la única y verdadera perversidad (no lo acusamos también de genocidio, porque es del todo irrespetuoso y hasta inmoral banalizar una palabra con tamaño significado histórico).
Gobernadores rebelados
Otra cuestión en la que Milei también aplica la lógica del carnicero más que la del cirujano, es política. Tuvo en sus manos, desde sus inicios, la posibilidad de construir una mayoría legislativa y de provincias a su favor para lograr gobernabilidad e incluso mucho más. Eso se vio claramente en la firma de los pactos de mayo en julio del año pasado. Pero, quizá mareado por el éxito logrado, él mismo, junto con el apoyo inestimable de su hermana, se fue encargando de demoler lo que había construido por su voraz deseo de querer quedarse políticamente con todo. Entonces, de a poco, fue transformando por razones político-electorales en enemigos a los que eran sus aliados o sus potenciales aliados en lo económico.
¿El primer resultado? La conformación esta semana de la liga de gobernadores no peronistas del centro del país y la de gobernadores peronistas no kirchneristas del norte del país, cuyos legisladores le votaron casi todas sus leyes y ahora le están empezando a criticar casi todo. Estamos viendo, una auténtica sublevación frente al destrato cometido para con ellos.
Aunque equilibremos, no es que a veces Milei no tenga razón y que en muchas provincias se repiten los mismos vicios que él encontró en el Estado nacional cuando asumió la presidencia, pero su ataque obligándolos a asumir la obra pública nacional que él se niega a hacer (sin ni siquiera transferirles los recursos para ello) y que los gobernadores no pueden no asumir porque si no les reaccionan -con justa razón- sus poblaciones, que no quieren ni pueden transitar por rutas destrozadas, sean nacionales o provinciales, es un ataque indebido. Por lo tanto, indignados, los gobernadores se hacen cargo de lo que les arroja a la cara el gobierno nacional que ni siquiera fue capaz de convocar al sector privado y ahora les pide a las provincias, si no tienen plata para hacer obras públicas, que convoquen ellas a los privados, porque él se tiene que encargar de destruir a ese demonio que es el Estado y, por ende, negarse a hacer infraestructura, ya que un anarcolibertario no tiene que hacerla. Es una lógica que hace agua por todos lados.
También es por demás inapropiado en los momentos actuales rechazar acuerdos electorales con los gobernadores que les votaron todo, por querer cubrir enteramente de “violeta” a sus provincias. No es que LLA no tenga derecho a pelear electoralmente los territorios que quiera, lo que ocurre es que armar conflictos entre los que hoy le son imprescindibles para construir mayorías legislativas por la mera ambición de transformar a la Argentina en un reinado hegemónico, es obstruir las posibilidades de contar con las fuerzas necesarias para encarar un proceso de desarrollo estratégico y permanente.
A veces pareciera que a Milei lo único que le interesó es que lo apoyaran en el ajuste y que de ahora en más quiere quedarse él solo con todo. Y entonces otra vez nos asalta la duda de si, en verdad, tiene en su cabeza alguna idea de un programa o cuando menos un proyecto de crecimiento, que -cualquiera sea- sin consenso entre los que piensan similar es imposible lograrlo. Porque tanto si gana como si pierde las elecciones de este año, los gobernadores ofendidos por tanto destrato lo enfrentarán en vez de apoyarlo. Y, por ende, le resultará dificilísimo volver a tener mayorías legislativas, a través de alianzas, cuando menos los próximos dos años.
Los gobernadores han decidido cercar con alambrados sus provincias para que no entre la pandemia tipo coronavirus que para ellos expresa el mileismo con sus modos avasallantes, agresivos y que más que la creación de una alternativa electoral en cada provincia, parecen un ejército de bárbaros queriendo invadir y ocupar todos los territorios por donde pasan.
Ni siquiera en aquellos lugares donde pudieron construir un acuerdo electoral se presentan como gente que busca efectivamente alianzas, sino como una especie de interventores que vienen a ofrecerle a cada gobernador la oportunidad de que sobreviva dos años más, pero con el control legislativo compartido con ellos. Para que en 2027 le entreguen la provincia a un gobernador puesto por LLA. Esa es la actitud generalizada con sus supuestos aliados.
Los que se rinden a tales pretensiones, lo hacen porque hoy no quieren o no pueden presentarle batalla, pero no por ello quedan satisfechos. Los que pueden, en cambio, se le acaban de plantar ya mismo diciendo que es preferible perder elecciones antes que aliarse con quien se presenta como su futuro verdugo.
Un pésimo negocio por donde se lo mire en pos de una probable hegemonía totalizante en 2027 que está a años luz de poder verificarse. Lo más seguro, viendo lo que pasó con el kirchnerismo, es que eso no ocurra, aunque arrase electoralmente.
La liga de Cornejo que no fue
Volviendo, para finalizar, a Mendoza, fue Alfredo Cornejo el primero de los gobernadores que se imaginó una liga de pares provinciales no kirchneristas para hacer sobrevivir desde una modalidad federal el espíritu de los inicios de Juntos por el Cambio. Sin embargo, hoy el mendocino ni siquiera puede formar parte de la liga de los gobernadores rebelados, por sus necesidades electorales internas.
Además, él no proponía una liga de gobernadores en guerra contra el gobierno nacional, sino a fin de que las provincias construyeran con la nación la alianza indispensable para avanzar en el desarrollo. Nada de eso ocurrió porque a Milei no le interesó, y, por ende, la consecuencia es la aparición de ligas de gobernadores en pugna contra el gobierno nacional que, tratados con inteligencia política, bien podrían ser sus apoyaturas locales y legislativas.
Cuando alguien pretende quedarse con todo, corre el riesgo de quedarse sin nada. Milei parece no entender ese riesgo que evidentemente corre y quizá allí esté uno de sus grandes problemas conceptuales para reemplazar al cuchillo por el bisturí y para convertir al ajuste en desarrollo.
gentileza Diario Los Andes

