La democracia es el gobierno de la opinión pública. La clara definición de Carlos Cossio refiere a la democracia contemporánea y se enmarca en nuestro primer antecedente histórico, aquel que define la tradición del derecho público argentino: el pueblo quiere saber de qué se trata. Ese reclamo bicentenario es el origen de la publicidad y transparencia de los actos de gobierno en nuestro país.
Porque no es ni más ni menos eso lo que está en juego. Uno de los principales si no el mayor de los controles, la libertad de expresión. Derecho de amplio espectro que no admite límites superficiales ni mal explicados, justamente porque condensa el anverso y reverso de informar y ser informado, pilar de la opinión pública.
Cuenta el historiador Valerio Máximo que el tribuno romano Druso, cansado de que sus adversarios lo acusaran de actuar con dobles intenciones, ordenó hacer su casa con paredes visibles, para que cualquiera pudiera ver lo que hacía en ella. Es el primer acto de transparencia republicana total que se tenga memoria. Claro que está pendiente (en Argentina y el mundo) reglar un ámbito donde prime la información veraz y no el fake para la formación de la opinión pública. Pero hay que tener en claro que el mejor modo de preservar el estado de derecho es dejando que el pueblo sepa. En eso nada ha cambiado: lo fue en 1810, lo sigue siendo hoy.

Por Bernardo Saravia Frias