Sonia Valenzuela: ‘La sangre de Cecilia liberó al Chaco de una mafia’”

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El sábado en que el Chaco contuvo la respiración por más de dos horas, mientras el jurado deliberaba sobre el crimen de Cecilia Strzyzowski, la Subsecretaria de Género y Diversidad, Sonia Valenzuela, caminaba de un lado a otro con la cabeza inclinada, el cuerpo tenso y la mirada fija en la puerta de la sala. Era la misma mujer que, desde el 7 de junio de 2023 —cuando la mamá de Cecilia, Gloria Romero, apenas hablaba de “desaparición”— había estado en cada instancia del proceso: marchas, audiencias preliminares, reuniones tensas con funcionarios del viejo gobierno y, finalmente, en el juicio por jurados que se convirtió en un fenómeno nacional.

La dimensión histórica la definió el propio procurador general del Chaco, Jorge Canteros: “Este es el juicio más importante en la historia de la provincia”. No sólo por su impacto social, sino porque fue el primer proceso en la Argentina con tantos imputados por homicidio agravado sin contar con un cuerpo completo. Pero para entender el recorrido hay que volver al inicio, a ese encuentro casual entre Sonia Valenzuela y Gloria Romero en la plaza central de Resistencia, cuando nadie imaginaba el tamaño de la tormenta que se venía.

Un comienzo inesperado: “Dios me puso ahí por alguna razón”

“Yo solo fui a la plaza a darle el número de la Protex”, recuerda Valenzuela. Era 7 de junio y Gloria hablaba de su hija desaparecida. “A partir de ese día no se despegó más de mí. Confi ó, no sé por qué, desde el primer minuto”.
A las pocas horas, Sonia ya estaba acompañando a Gloria a una reunión convocada por la Secretaría del exgobernador Jorge Capitanich. “Vi cómo todos intentaron cubrir lo que estaba pasando. Desde la secretaria, la entonces responsable de Género, la ministra de Seguridad y la vicegobernadora. La única persona honesta fue un comisario que le prometió encontrar el cuerpo de su hija. No pudo cumplir, porque ya lo habían hecho desaparecer”.

Esa escena fue el punto de quiebre. “Si la gente no pedía justicia, esto iba a quedar impune”, afirma hoy sin dudarlo. Ese mismo fin de semana comenzó a organizar con un grupo de amigas la primera gran marcha que se replicaría en todo el país.

La maquinaria del encubrimiento

El relato de Valenzuela confirma lo que buena parte de la sociedad chaqueña sospechó desde el primer día: la estructura del poder político de entonces actuó para proteger al clan Sena.

“Lo que vi en esa reunión fue suficiente para entender que había que levantar la voz. Nadie quería que esto avanzara. Nadie”, sostiene.

Describe cómo, durante meses, la querella del Estado —encabezada por ella— se encontró con maniobras, dilaciones y oscurecimientos en el manejo del expediente. “Cuando se cambió la carátula, peleamos para que quede tal cual estaba. Nos la rechazaron, pero igual seguimos. Había que prepararse para un juicio muy duro”.

El trabajo silencioso del equipo y el alegato que conmovió al país

Sonia decidió no hacer el alegato final. La razón fue tan profesional como humana.
“Yo estaba demasiado involucrada con la mamá de Cecilia. En algún punto, la emocionalidad me podía ganar, y en ese momento se necesitaba absoluta firmeza”. Fue Juan —uno de los abogados más jóvenes de su equipo— quien tomó la palabra que había sido trabajada entre todos: la doctora Perelli, el doctor Suárez, la doctora Rodrigo, Leandro Ramírez y ella misma.

El alegato fue aplaudido dentro y fuera de la sala. Valenzuela lo explica: “No era un discurso. Era la síntesis de un trabajo artesanal de meses, cruzando pruebas, testimonios, audios, contradicciones. Cada palabra tenía un porqué”.

Un triángulo jurídico que funcionó: Fiscalía, querella particular y querella estatal

En un país en el que casi nunca se coordinan estrategias entre distintas partes acusadoras, el juicio Cecilia mostró una excepción. “Trabajamos en bloque”, asegura. Los fiscales, la querella de la familia Strzyzowski y la del Estado cada tanto intercambiaban información en los pasillos, se cubrían mutuamente en sala y definían qué testigo entraba, quién salía y en qué ritmo.

Valenzuela destaca un hecho que el público no vio: “Hubo audiencias preliminares todos los días durante más de un mes. No dormir, no ver a la familia. Entrevistas con testigos a cualquier hora. Fue agotador, pero había que hacerlo”.

Y agrega un dato clave: “El doctor O’Brien —querella de la familia— trabajó sin cobrar un peso durante años. Su equipo también. Eso hay que decirlo”.

La presión: ataques, miedo y amenazas

El juicio se vivió con intensidad emocional. También con violencia simbólica.
“Claro que hubo ataques. Nos decían que los jurados estaban comprados, que el merenciano iba a salir libre, que esto se caía. Una defensora atacó al Ejecutivo en pleno juicio. Yo era la cara del Ejecutivo ahí. Lo defendí porque era la verdad: este gobierno jamás interfirió en la Justicia”.

Pero hubo momentos delicados.
“Una señora me preguntó qué iba a pasar si el merenciano quedaba libre. ‘¿Qué va a hacer el gobernador? El lunes va a estar en Casa de Gobierno’, me dijo. En ese momento sentí certeza. Le dije: ‘Quedate tranquila, no va a ser así’”.

Las pruebas que armaron el rompecabezas

Pese a que la defensa insistía en que “faltaban piezas”, Valenzuela sostiene que los elementos eran contundentes: los audio de Emerenciano Sena presionando a Obregón, la esquela que intentaron ingresar en la comisaría, las contradicciones de los Sena, la conducta posterior al crimen, y el hallazgo de huesos quemados, un dije y un anillo.

“El plan era muy claro: naturalizar lo aberrante. ‘Hice lo mismo que hice todos los días’, dijo Emerenciano. ¿Qué significa eso? Que matar a una persona era para ellos parte de la rutina. Si no fuera por Gloria, lo hubieran logrado”.

“¿Dudaste del resultado?” — “Nunca”

Valenzuela lo repite: en ningún momento pensó en un veredicto distinto.
“Las pruebas eran sólidas. Yo estaba extrañamente tranquila. Más tranquila que nunca”.

Cuando los jurados pidieron volver a escuchar los audios, supo que la última pieza había encajado. “Ese viernes a la siesta se armó el rompecabezas”.

Lo que deja Cecilia: un Chaco distinto

Para Valenzuela, el caso marca un antes y un después.
“Nos liberó. Nos liberó de una mafia que operó durante años con poder político detrás. El Chaco respiró después del veredicto”.

Y deja una advertencia:
“Los hijos y herederos políticos de quienes manejaron esa estructura siguen existiendo. Depende de los chaqueños que no vuelvan”.

El momento del veredicto: “Pensé en Cecilia. Nada más”

Cuando se conoció el fallo, a las 14:32 del sábado, Sonia no pensó en política ni en su equipo.
“Pensé en ella. Le agradecí. Su muerte hizo que todo esto se encendiera. Sin Cecilia, nada se hubiera movido”.

La tarde continuó con abrazos, llamados, videollamadas con el equipo del doctor O’Brien y un agradecimiento íntimo:
“A mi marido y mis hijos. Ellos fueron los que me bancaron cuando yo no estaba en casa, cuando llegaba rota, cuando me iba sin dormir. Ellos pusieron el cuerpo conmigo”.

Un cierre que es un comienzo

Sonia Valenzuela sabe que el juicio cerró una etapa, pero abrió otra.
El Estado ahora tiene el desafío de prevenir, reparar y sostener. La sociedad, el de no olvidar.
Y la política, el de construir un Chaco que no vuelva a necesitar que una madre grite durante meses para que se haga justicia.

Las palabras finales de la entrevista resuenan como un compromiso ético:
“Si no hubiera sido por la sociedad en la calle, por Gloria, por los equipos que trabajaron en silencio, hoy estaríamos hablando de una impunidad monstruosa. Cecilia nos marcó el camino. Y nosotros lo seguimos”.