Por una política exterior ni aislada ni obsecuente

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Hoy el país tiene una ausencia de política exterior preocupante basada en relaciones, diríamos de simpatías personales con dos gobernantes más que con dos Estados, y sin tener en cuenta los cambios en las relaciones mundiales ni los intereses nacionales.
En una publicación reciente en Clarín el economista Ricardo Arriazu recordaba que según las series históricas de Maddison en el año1600, países como China, la India y el Japón representaban el 56,4% de la población mundial y el 54,3% del PBI, mientras que Europa y los territorios que hoy forman parte de los Estados Unidos tenían el 13,5% de la población del mundo y el 20% del PBI.

El gran diferencial lo establece la revolución industrial sin olvidar el proceso que inician la “era de los descubrimientos” cuando los europeos salen al Atlántico, circunnavegan África y llegan al Indico Pacífico y hacia Occidente descubren América, el continente con el que no había contacto desde hacía veinte mil años y evolucionó sin contacto con las civilizaciones euroasiáticas y norafricanas.

La rápida recuperación del Japón de las secuelas de su derrota en la segunda guerra mundial, el proceso de reformas capitalistas de China luego de la muerte de Mao y similares procesos modernizantes en la India, Vietnam, Corea del Sur, Indonesia, han cambiado el mundo del siglo pasado acercándolo a tiempos más equilibrados.

Hoy los países asiáticos representan el 60% de la población del mundo y el 40% del PBI mientras que Europa y los Estados Unidos bajaron al 9,6 de la población y el 29,2 % del PBI. Por otra parte, Sudamérica sólo es el 5,5 % de la población y de la economía mundial y no hay que olvidarse de África poblada por el 17,6% de los habitantes de este planeta con una economía aún pequeña pero que está despertando el interés de los inversores internacionales.

Estos datos deben ser tenidos en cuenta por la política argentina para el debate sobre nuestra ubicación y lugar en el mundo. Los factores que generan el desarrollo son variados, pero es indudable que en los ciclos de crecimiento de nuestro país coinciden con una política exterior acertada. Más allá de falencias internas no se puede dejar de observar, por ejemplo, errores en los años 40 del siglo pasado, cuando se desoyeron las advertencias de Federico Pinedo sobre la disminución de la capacidad inversora del Reino Unido y su reemplazo por los Estados Unidos. Tiempos en que algunos creyeron apresuradamente que el Eje fascista ganaría la guerra o la también errada creencia en el estallido de una tercera guerra mundial a fines de esa década que generaría un ingreso adicional de divisas, como sucedió con la guerra finalizada en 1945.

En un mundo que se hacía multipolar y creaba instituciones multilaterales para promover el desarrollo y el comercio elegimos el aislamiento. Por ejemplo, postergamos el ingreso a entidades como el Banco Mundial, el Gatt, la FAO durante más de diez años. No participamos de la discusión sobre el comercio mundial cuando éramos proveedores de alimentos más importantes que ahora, con consecuencias negativas para nuestras exportaciones.

Entre otros motivos, fue el resultado de no tener en cuenta al servicio exterior del país sometido a las extravagancias de un chatarrero que, en tres años, hasta su expulsión del gobierno no dejo desastre por provocar.

Esta referencia viene a cuento porque hoy el país tiene una ausencia de política exterior preocupante basada en relaciones, diríamos de simpatías personales con dos gobernantes más que con dos Estados, y sin tener en cuenta los cambios en las relaciones mundiales ni los intereses nacionales.

Una política internacional no puede estar basada en los caprichos de un gobernante, sino que debe constituir una política de Estado donde los profesionales del servicio exterior, que los tenemos muy calificados, deben ser escuchados y participar en su ejecución. Además, debe contar con el mayor consenso político posible, porque es un instrumento clave para acelerar el desarrollo nacional.

Las crecientes clases medias del Asía como la explosión demográfica del África ofrecen oportunidades para las exportaciones argentinas. Las mejoras en el nivel de vida se traducen en mejor alimentación, en mayor consumo de proteínas y en mayores necesidades de energía. Abastecer esas demandas nos ofrece una oportunidad y también el desafío de elaborar políticas para encarar las reformas que incrementen la productividad y competitividad de nuestra economía.

Es necesario culminar a la brevedad el proceso de acuerdo comercial entre Mercosur y Unión Europea y reforzar la presencia diplomática en Asia. Además de China, La India y Japón no debemos descuidar el Medio Oriente y antiguos estados como Corea del Sur, Indonesia, Vietnam. entre otros.

El presidente viajó demasiadas veces al exterior, nada más que para recibir supuestos premios que no fueron más que acrílicos con nombres pomposos. Es hora de relacionarse con lo que sirve a los intereses permanentes del país.